Sin tapujos

Hablar y que las palabras no rocen a nadie. Es una buena forma de definir un nuevo estilo narrativo para hablar de grandes organizaciones, de estructuras sociales, de administraciones publicas, etc. En el sector sanitario es muy habitual cargar las tintas contra los políticos y centrifugar la culpa en ese ámbito: partidos, ministros, organismos profesionales, etc.

Por eso nos ha sorprendido la claridad de la exposición de Josep Casajuana en el libro que edita con Juan Gervas bajo el titulo «La renovación de la atención primaria desde la consulta» (descarga libre y gratuita, por cierto). Casajuana describe el actual modelo de atención primaria y los problemas para su mejora alrededor de tres grandes «lastres internos».

El primero es un gran conocido: la desprofesionalizacion o funcionarizacion. Hablar de este tema implica despertar algunas iras con el alegato de que el funcionario sanitario esta castigado, mal pagado o muy presionado, pero lo que describe Casajuana ocurría hace diez años y sigue ocurriendo hoy. Nada como leer estas lineas :
«El concepto de desprofesionalización o funcionarización hace referencia al “esto no me toca”, a disminuir en lo posible la responsabilidad, a priorizar el confort personal (el turno, el horario…) por encima del crecimiento profesional, a rentabilizar el “estar quemado” para justificar la baja implicación.«
El segundo lastre interno es la relación de inferioridad entre el nivel hospitalario y el de atención primaria. Esa visión que aun persiste y que define a la atención primaria como un comodín para ciertas tareas que el especialista hospitalario no quiere asumir. Conceptos como el síndrome del gato y el barquero (retener funciones que se desarrollarían mejor en otro lugar o por otro profesional con el objetivo de no perder poder o fuerza) o problemas eternos e irresolubles como la poca (y mala) comunicación entre ambos niveles asistenciales, que acaba repercutiendo en la continuidad de los cuidados.

Finalmente, el tercer lastre habla de liderazgo. En España tenemos un bajo nivel de liderazgo en las organizaciones sanitarias, de hecho seguimos viviendo en una época de control y administración mas que de dirección por parte de líderes. Poca formación, selección irregular, herramientas arcaicas de trabajo, etc. son los mimbres de este lastre. Y en muchos casos, la persona que asume la función de líder o jefe, acaba mas con una función de mediador y de «delegado» del gerente mas que otra cosa. Aunque en un entorno como el actual, ¿es nuestro sistema nacional de salud una fabrica de líderes? ¿Nos preocupan los líderes? Como señala Casajuana:
«El bajo liderazgo es coherente con el complejo de inferioridad, y ambos se alinean perfectamente con la desprofesionalización cerrando el círculo de la (¿confortable?) mediocridad y alimentando la cultura de la queja.«
Además, «casualmente» estos problemas o lastres coinciden con los del resto del sistema sanitario. Las cosas están muy claras y la mayoría de las cartas están sobre la mesa. ¿Cuando empezaremos a caminar?

 
Salud con cosas